viernes, 16 de noviembre de 2012

Había una vez Andrés


De piernas largas y ojos cafés; buenos modales, palabras vulgares y la fluidez de un pez. Sentado al interior de un avión estaba, esperando a que arrancara de una vez. Dejando una vida detrás de él porque en su corazón sentía que todo lo que había hecho hasta ahora había sido un plan B. el A siempre fue ser futbolista profesional pero por diferentes motivos razones y circunstancias había terminado estudiando en la universidad y no jugando en el Atanasio Girardot todos los domingos.



Comenzó sus estudios universitarios, mucho antes de estar sentado en ese avión, sin saber mucho acerca de la profesión que había elegido para él. Seis años después Andrés se graduó sin honores pero con una novia lo más de linda que por ese entonces estudiaba negocios internacionales en la misma universidad. Se conocieron en el cumpleaños de una amiga que tenían en común y desde esa misma noche se dijeron todo. Estuvieron juntos por más de dos años pero con un par de interrupciones porque el Andrés tenía muchas dificultades controlando su temperamento. Cuando la rabia era mucha, mandaba a la linda lola a volar y a la mierda con ella y con todo lo demás. La linda lola, después de  que el Andrés se le desaparecía muerto de la ira por un par de días, volvía y lo perdonaba y lo recibía de nuevo en su vida porque sabía que el Andrés de verdad por ella se moría. Una de esas interrupciones duró más de un mes, y Andrés, después de aguantarse la rabia todo ese tiempo vació su orgullo por el inodoro y se apareció en la calle de la linda lola a llorar su nombre y a pedir perdón. Esta vez le dijo ella que no. A Andrés se le voltió el mundo al revés, y con los pies en el cielo decidió armar paseo. Pa’ donde me abro? Pensó. Y a hacer qué? Volvió a pensar… Para La Cañada, a empezar otra vez.

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