jueves, 18 de abril de 2013

Kiero m&m

Y yo estoy aquí, sentado en el mismo sofá en el que Vivi duerme su siesta todos los días después del almuerzo. Estoy escribiendo, como lo estás viendo, y esperando a que alguien se ocupe de mi. Ojalá fuera la que trabaja en la mesa de patas naranjadas de la esquina, y que vino hoy vestida como la muñeca que es. En lo único que puedo pensar cuando camino por el lado de la mesa de patas naranjadas de la esquina es en caminar erguido y orgulloso de este pecho, y en disimular mis ganas. Siempre me hago el que está muy interesado en cualquier cosa menos en ella, miro la misma máquina de chicles, de base roja y contenedor transparente, y actúo cada vez como si fuera la primera vez que la veo. Esto pasa cada que paso por ahí, y la máquina de chicles no cambia, sigue igual y en el mismo punto, con los chicles que disminuyen y disminuyen y de pronto, sin previo aviso, la pelota transparente está repleta otra vez de bolitas de colores.

Estas disimuladas solo me las tengo que pegar cuando voy de aquí para allá, porque cuando vengo de allá para acá ella me da la espalda y ahí si que no disimulo y me quedo mirándole el pelo que le arde como el fuego y le cae derecho y ligero, sin rizos. Algunos días, como hoy, su cuello está descubierto porque el pelo está cogido y enrollado en una bolita roja que descansa sobre su cabeza, es en estos días cuando me vuelo en el 20-13 y me encuentro en una playa con ella, y le acaricio el cuello con mi nariz.